viernes, 18 de noviembre de 2011

¡Y llegó el día!

23 de mayo de 2011

Para relatar este día, voy a tratar de ser concisa y sobre todo sincera.

Me desperté muy tranquila. La tranquilidad que te da saber lo que te espera, aunque nunca había tenido un bebé, sabía que iba a ser una cirugía, que pasaría días difíciles de recuperación, que sería hoy y que por fin me liberaría de tanto peso.

En casa, apuramos las últimas fotos (las primeras con mis hermanos y papás) y cuando todos estuvimos listos, nos fuimos. Bueno, todos no, papás y futuros papás, los demás llegarían más tarde (llegaron bien tarde, pero ese es otro cuento)









Llegamos al Hospital, me cambiaron para empezar a prepararme y entró alguien así como un milagro, el Anestesiólogo VENEZOLANO. Qué maravilla tener a alguien de tu tierra en esos momentos. Nunca lo olvidaré.
Aparte de hacer un trabajo maravilloso, me tomó las principales fotos con mi Blackberry, le mandó la primera foto a Edu cuando nació el bebé (aquí no dejan entrar al papá en las cesáreas) y hasta buscó la cámara cuando Edu compró las pilas (no crean que no tenía pilas nuevas en la cámara esa mañana, resulta que sí, pero aunque eran nuevas de paquete, la cámara no prendía y Edu tuvo que salir pitando a comprar otras). Gracias, Juan Bernardo.
Me adelanté un poquito en el tiempo, retrocedamos.

Después que me prepararon, me despedí de Edu (que salía a comprar las pilas y esperar que naciera, con la familia) y entré al quirófano.
Con ese frío, esa batica de mentira, solita y barrigona, ¡las cosas que me pasaban por la cabeza!
Tengo que confesar que ahí me asusté de verdad. Hasta me arrepentí. Pensaba: pero, ¿Quién me mandó a mi a meterme en este berenjenal? ¿Quién me dijo a mi que yo quería muchachos? Bueeenooo. ¿Y a qué se debía tanto miedo? ¿Matas al tigre y le tienes miedo al cuero? Pues sí, por la epidural. La bendita epidural. Tanto que había escuchado: "es que duele horrible", "es que es como un corrientazo que te llega hasta la médula" bla, bla, bla.
Resulta que es un piche pinchacito, duele un pelincín, pero ¡una tontería!, ni siquiera tan relevante como para alimentar ese mito, ¡para nada! Cuando pasó este momento, que tan sutil fue, que tuve que preguntarle a Juan ¿ya? pensé: ahhh, nooo, ¡esto es pan comido! Y así fue. Entré a las 10:00am y David nació a las 10:28am.
Yo sabía que ya estaban cortando por el olor (que no voy a describir, preservando la salud de los que tienen mucha imaginación) y sentí que movían la barriga, en ese momento lo escuché: ¡tremendo grito! Y lo que me hizo reír en ese segundo tan tan, fue que una enfermera exclamó: ¡Llora sin haber salido aún!
¡Qué sensación tan bonita cuando lo ví! Le susurré: ¡Hola, príncipe! ¡Te quieeeero!



Lo pesaron (3,500 kgs), lo limpiaron, lo vistieron, mientras terminaban conmigo y me lo enseñaron con ese traje tan bonito que le tejió su abuelita Pris, que de verdad parecía un príncipe.
Una de las enfermeras me preguntó ¿es tejido a mano? Y yo, siiii, ¡tejido por su abuelita! A lo que me
respondió:

¡Pues sí que es un príncipe!


Esta es la parte más importante de la historia.

El resto de ese día lo puedo resumir en unas líneas: pasé en recuperación 2 horas, me picaba la cara que me la quería arrancar gracias a una tremenda reacción alérgica a la anestesia, llegamos a la habitación en la que hacía un calor infernal y yo hinchada como un globo, tomaron muchas fotos y brindamos con la familia y los amigos, la tía Ro se quedó con nosotros en la noche salvándonos la vida (porque yo no sabía nada de bebés y estaba inmovilizada) y lo mejor: se agarró al pecho facilísimo y desde ahí no se ha despegado :D



Un día muy feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario