viernes, 18 de noviembre de 2011

Mi primer mes

Las primeras semanas del bebé estuvieron bien acontecidas.

Los primeros 4 días fueron en la clínica, me dieron de alta el jueves. Cuando salimos de la clínica ya el bebé había empezado a recuperar el peso que había perdido después del nacimiento.

Esa semana estuvieron los tíos maternos y el abuelo paterno, que tuvieron que volver a sus trabajos ese viernes.
Para relevarlos, llegaron la abuela Tahís y la tía Thaís, el sábado 28. Esa semana pudieron disfrutar y compartir con él y se marcharon tristes por dejarlo al final de esa misma semana.

El segundo viernes de vida tuvimos que ir al hospital de emergencia. El bebé tenía dos días con unos rosetones en el pecho y en la espalda, que no se quitaban, sino más bien iban empeorando. El médico lo atendió rapidísimo y me mandó a quitarle la ropa (él tenía puesto un body manga corta y una pijamita de las que tienen pies y mangas largas) Después de revisarlo me dijo: esta reacción es de calor, quítale toda esta ropa (señalando la pijama). Si la casa está entre 21 y 23 grados, no le pongas tanta ropa.

¡Ooohhh! Primer mito que caía. Uno siempre piensa que los bebés tienen que ir bien abrigados, al menos más abrigados que uno. Pues, esto no siempre es cierto y David se encargó de reclamarnos, como pudo, que tenía mucho calor. Y yo que pensaba que tenía una reacción a la leche materna por algo que hubiese podido comer yo (el doctor me dijo que eso no era posible)



Le quitamos el body y de camino a la casa ya no tenía nada ¡Milagro!




En su primera cita con el pediatra, que fue un poco después de las dos semanas de nacido, el doctor lo revisó y se preocupó. Estaba pesando poco, no había recuperado el peso que ya tenía que haber ganado. Me dijo que le iba a mandar un complemento de fórmula, porque seguro que mi leche no era suficiente o no era buena. ¡Pecado! Yo le dije: yo no quiero darle fórmula (se lo dije bien contundente, porque no iba a aceptar esa opción). Se dio cuenta que yo no estaba negociando y me propuso esperar una semana más, para ver si mi leche "era buena" y si no ganaba peso, lo volveríamos a evaluar. Yo acepté y rápidamente entendí qué era lo que había pasado. Lloré, me puse muy triste, pero no iba a permitir eso, buscaría la solución.

Segundo mito que se caía. Siempre te dicen que los bebes recién nacidos duermen mucho, que no necesitas despertarlos, porque ellos se despiertan solos para comer. Pues, esto tampoco es cierto en todos los casos. Resulta que el bebé era súper dormilón. Se dormía en los brazos de la abuela, del papi, de la mami, por horas. Esas horas que dormía, no comía y al no comer, se volvía más débil, le daba más sueño y dormía más. Un círculo vicioso.
Como yo era consciente que esto estaba pasando, decidí que no permitiría que durmiera siestas largas de día, sólo una y no muy larga en la tarde y le enchufaría el pecho en todo momento.

En la siguiente semana vimos que engordó 300 grs. ¡Milagro!. La solución la habíamos encontrado. Más nunca nos ha dado esos sustos.

La otra incógnita de ese mes era el ombligo. Hay niños a los que se le cae a la semana, a las dos semanas y hasta tres. Este señorito cumplió el mes y aún no lo había perdido.


Cuando el doctor lo miró, le mandó una pomada y se fue curando. Creo que batimos el récord, David soltó el ombligo a las seis semanas ¡Aleluya!




Ese mismo mes celebramos mi 33 cumpleaños, con el regalito ¡más bonito del mundo!

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