martes, 22 de noviembre de 2011

Pecus y David


Como todos saben, Pecus (Killer, Lo Más Malandro, Peque) es nuestro yorkshire y el primer príncipe de nuestra casa.


Nació el 8 de enero de 2008 y llegó a nuestra familia, procedente de Sevilla, sólo dos meses después. Cuando lo recibimos era tan pequeño, tan pequeño, que daba miedo pisarlo sin darnos cuenta. 

Como yo no tenía trabajo en esa época, me dediqué a cuidarlo y a entrenarlo, para que fuese un perro educado y bien portado. Lo logré y de qué manera. Es un perrito muy tranquilo, atiende a lo que se le pide, no es ruidoso, se da con todo el mundo, en fin... no puedo ocultar que estoy enamorada de él desde que lo vi por primera vez.
Cuando nos enteramos que estaba embarazada, lo único que había cambiado para nosotros era que sabíamos ese hecho, pero el resto de las cosas siguieron igual. Menos Pecus. Por alguna razón que desconocemos desde poco después de enterarnos, Pecus no quería saber nada de mi. Le intentaba dar besos y me ignoraba, lo llamaba y ni se volteaba y cuando jugábamos en la cama, el papi era el Rey y a mi, ni una miradita. Yo tengo la teoría de que con los cambios hormonales, me cambió el olor y al principio me rechazó por esto.


Una vez pasada esta época (mala para mi, porque yo lo amo) vino la avalancha de amigos y familiares preocupados de como estaría Pecus con el bebé: que si va a tener celos, que si como vas a hacer para que no se acerque, que si ahora te va a hacer pipí por toda la casa para llamar la atención y bla, bla, bla. Los únicos que no temíamos nada de eso, éramos Mimo y yo ¿Que por qué? Porque conocemos a Pecus. Siempre pensamos que él, al ser un perro tranquilo, reaccionaría de la misma manera con el nuevo miembro de la familia. 
Además, teníamos un antecedente. En julio de 2010, vinieron de mi visita mi prima Verónica y su bebé de 9 meses, Eva. Era el primer bebé que teníamos en casa. Pues, yo le enseñé que no debía acercarse a la sillita del coche, que colocábamos en el suelo para darle las papillas y que no podía entrar al cuarto. ¡Era para matarse de risa! Pasaba por al lado de la silla, mantenía la distancia y sólo estiraba la nariz (aún cuando no sabía que yo lo estaba vigilando), cuando pasaba por la puerta del cuarto y la bebé estaba durmiendo dentro, se estiraba en la puerta, para que su nariz alcanzara mejor el olor, pero ¡ni de broma entraba! Es que es un sol.

Para entrenarlo, yo me leí uno de los libros de César Millán, que se llama "El Encantador de Perros". Él tiene un capítulo que habla de cómo tratar al perro cuando entra un recién nacido en casa. Yo apliqué todos sus consejos: le trajimos a Pecus la primera manta usada por el bebé, le enseñamos a mantener la distancia reglamentaria, hacemos que el coche salga primero que Pecus de la casa (para que él entienda que David es un líder más de nuestra manada) y hasta ahora, el resultado ha sido excelente.
El papi tenía la insistencia de que David y Pecus debían conocerse (y tocarse) pronto, para que jugaran juntos. Como está muy pequeñito, eso no es posible todavía. Mimo intentó que David lo tocara y claro, como el bebé todo lo que toca, lo agarra y se lo lleva a la boca, la primera vez que tuvo al alcance el pelo de Pecus ¡Ras! se lo haló. Mimo se asustó, porque le hizo un pelín de daño, pero así corroboramos que todavía David es ¡muy pequeñito para eso!

A medida que avance esta relación, les iremos informando.

Pecus pesa 5 kilos y David más de 8. Ahora cuando lo cargo, me parece un cascaroncito vacío ¡Mi amor amado!


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